Hubo un tiempo en que viajar por Japón era descubrir un mundo extraño y sensual, que había permanecido oculto tras las páginas de un cuento fantástico. Era como viajar a un planeta, lejano y transformador, que conseguía evadirnos de nosotros mismos y transportarnos un lugar que nos resistíamos a abandonar. Pero la vida tiene estas jugadas y la pandemia lo transformó todo: a nosotros mismos y a todos los demás. Ahora Japón es una fortaleza cerrada (tanto material, como social y espiritualmente) para todos los que lo amamos y lo echamos de menos. Sus gentes tienen miedo y su sonrisa y hospitalidad, se ha convertido en un sentimiento de rechazo a todo lo exterior. Lo entiendo perfectamente; aunque me cueste a día de hoy justificarlo. Han transcurrido más de dos años desde nuestro último viaje; la situación se normaliza, pero aun, en este verano de 2022, viajar a Japón, de la manera libre y sentimental en que antes lo hacíamos, es hoy una quimera. Ojalá cambien pronto las cosas.